En 1957, con tan solo 29 años, Chomsky revolucionó el campo de la lingüística teórica con la publicación de la obra Estructuras sintácticas, basada en su tesis doctoral —Estructura lógica de la teoría lingüística—,
que no sería publicada hasta 1975. El efecto que produjo sobre las
teorías lingüísticas y psicológicas entonces en boga fue demoledor, ya
que atacaba los presupuestos centrales tanto del estructuralismo como de la psicología conductista.
Hasta entonces, se creía que la adquisición del lenguaje, como
cualquier otra destreza humana, se producía por medio del aprendizaje y
de la asociación. Sin embargo, Chomsky postulaba la existencia de un
dispositivo cerebral innato (el "órgano del lenguaje"), que permite
aprender y utilizar el lenguaje de forma casi instintiva. Comprobó
además que los principios generales abstractos de la gramática son
universales en la especie humana y postuló la existencia de una Gramática Universal.
Chomsky denominó gramática generativa
al conjunto de reglas innatas que permite traducir combinaciones de
ideas a combinaciones de un código. Fundamentó la hipótesis, ya
existente, de que la gramática es un sistema combinatorio discreto que
permite construir infinitas frases a partir de un número finito de
elementos mediante reglas diversas que pueden formalizarse. La nueva
teoría consideraba que las expresiones (secuencias de palabras) tienen
una sintaxis que puede ser caracterizada (globalmente) por una gramática formal;
en particular, una gramática extendida por normas de transformación. Se
les supone a los niños un conocimiento innato de la gramática elemental
común a todas las lenguas humanas (lo que supone que toda lengua
existente es una clase de restricción). Se sostiene que la modelización
del conocimiento de la lengua a través de una gramática formal explica
la "productividad" de la lengua: con un juego reducido de reglas
gramaticales y un conjunto finito de términos, los humanos pueden
producir un número infinito de frases, incluidas frases que nadie haya
dicho anteriormente.
Los partidarios de esta concepción ponen como
ejemplo que la velocidad con la cual los niños aprenden lenguas es
inexplicablemente rápida, algo no posible a menos que los niños tengan
una capacidad innata para aprenderlas. La similaridad de las etapas que
siguen todos los niños a través del mundo cuando aprenden una lengua, y
el hecho de que los niños cometan errores característicos cuando
adquieren su primera lengua, mientras que otros tipos de error al
parecer lógicos no se producen nunca (y, según Chomsky, estos deberían
darse si el mecanismo de aprendizaje utilizado fuese general más que
específico de una lengua), se postulan también como un argumento a favor
de dicho innatismo.
Más recientemente, en su Programa minimalista (1995),
conservando al mismo tiempo el concepto central de "principios y
parámetros", Chomsky intenta una revisión importante de las máquinas
lingüísticas implicadas en el modelo de LGB, despojándolos de todo
excepto de los elementos estrictamente necesarios, preconizando al mismo
tiempo un enfoque general de la arquitectura de la facultad de la
lengua humana que destaca los principios de la economía y la concepción
óptima, volviendo de nuevo al enfoque derivacional de la generación, en oposición con la mayor parte del enfoque representativo clásico del P&P.
Chomsky caracterizó la tarea del lingüista mucho mejor que ninguno de
sus predecesores y fijó con todo rigor el campo para el estudio
científico del lenguaje. Su objetivo nunca fue establecer una teoría
especulativa más sobre el lenguaje, sino una explicación rigurosa de su
complejidad. La intención era por tanto pasar de una pre-ciencia
meramente descriptiva a una ciencia con poder explicativo y predictivo
falsable y con construcciones abstractas que permitiesen un riguroso
sistema axiomático. Nada ha sido igual desde entonces en el campo del
estudio del lenguaje y, por extensión, de la mente humana. La gramática
generativa de Chomsky fue la primera evidencia sólida de que la
inteligencia humana está basada en dispositivos cerebrales
especializados e innatos y eso ha permitido el agrupamiento de las
ciencias cognitivas. También provocó una enorme escisión epistemológica
que todavía se mantiene frente a quienes rechazan la concepción modular e
innata de la mente y siguen siendo partidarios de un modelo de cerebro
como tabla rasa, como por ejemplo los psicólogos que trabajan con procesos de emergencia o las teorías conexionistas, que consideran la lengua como un caso particular de los procesos generales del cerebro.
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